OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

domingo, 19 de agosto de 2012

CADENCIAS, Valeria Cervero (*)


 
















Notas a Cadencias (Valeria Cervero, Bs Aires, 2011)

Por Marta Ortiz

·      La imagen de tapa es una escalera que baja (o sube) a puro vértigo un piso y otro y otro, como también la lectura de los poemas lleva a subir (o bajar) los umbrales temáticos que propone Cadencias, poemas que en pocas páginas condensan el intenso recorrido de una vida.

·      Nacer nos arroja inconsultos al laberinto (la escalera que subimos y bajamos sin saber adónde nos lleva, subir o bajar), metáfora de la vida que se percibe inhóspita, difícil de absorber, de aprehender; el yo lírico reconoce que no supo leer (no supo seguir) los rastros de calandrias y de espejos caídos, la credibilidad se ha perdido: “ya no hay dóndes / para venir a ser / con las ganas del parto"

Rimbaud agregó a su célebre afirmación Yo es otro: “peor para la madera que amanece violín”; ya no identidad fija, somos una interioridad expandida en el tiempo, que el otro funda. Espejo, ida y vuelta que crea el sentido. Aquí el yo que hilvana el poema se mira en los espejos que le dieron forma, ancestros o raíces: el latido, el recuerdo: “tras la pupila ciega del ausente, imagen-precipicio / para nacer / en el nuevo espacio no llorado” 
El agua es también espejo de ausencias, tumba sobre tumba, “el agua en su ofrecer de finales”.

·      Pero existen formas, emanaciones de Ariadnas que señalan el camino a seguir. La primera, la madre: “la madrevoz te advierte / te apunta te reclama”; la otra guía es el futuro al que se apunta como siguiendo la estela de luz de un faro, pero faro engañoso, el camino se tiende pero su línea temporal no es creíble; inexorablemente las Ariadnas empujan a la transgresión: “y decidís tu cuerpo/ aunque desmadre”; “el camino: /¿futuro o recuerdo? / ¿rastros de olvido o nada? /sin huellas que / tranquilicen o apremien / cada espera / cada lugar”

·      No obstante la certeza de la nada que aguarda, el camino ofrece abrigos como paradores o árboles al costado de la ruta donde guarecerse y descansar, despliegues que entretienen el andar: el color del limonero, “la dicha de habitar la poesía”. El juego es parte de ese abrigo e incluye la lengua, que en tanto sucede el humano caminar, busca (a veces tartamudea) un modo expresivo propio. Lengua virgen, al tanteo del yo que escribe, de fijarla en la duración, en el tiempo. La conclusión solo reafirma la condición laberíntica del ser en el mundo, una búsqueda circular que lleva siempre al mismo sitio: nada nuevo bajo el sol, la lengua travestida afirma su mensaje: “apenas partimos / y casi creemos decir lo nuevo / pero solo decimos / nuevamente”


dos poemas de Cadencias:

el tiempo se esmera
en la cicatriz
del rumbo
como si creara esa marca

en el esfuerzo
tal vez
olvidamos cada madrecita
de extendida
                       lengua
la humedad transformada
el arranque

apenas partimos
y casi creemos decir lo nuevo
pero solo decimos
nuevamente



y tal vez la travesía vuelva a decir
y a pesar de todo
demuestre
que puedo esperar
            (aun otra
             la mirada en el mundo)
casa en una casa
luz en la luz

la dicha de
habitar la poesía


(*) Valeria Cervero, Buenos Aires, 1972. Integró el grupo de poesía Abriendo la boca y el consejo directivo de la primera época de la revista Boca de sapo. Publicó en revistas, murales, plaquetas y en la web. 

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