OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

sábado, 14 de marzo de 2015

CULTURAS LITERARIAS DEL CARIBE (coordinadora: CLAUDIA CAISSO)



 




















Repruduzco aquí la reseña de Landry-Wilfrid Miampika (Universidad de Alcalá), publicada enRevista Canadiense de Estudios Hispánicos”, volumen 37 nro 3, a “Culturas literarias del Caribe” (Alción Editora-U.N.R. Editora, Córdoba 2013), coordinado por la Doctora en Letras Claudia Caisso (U.N.R).
Participan en el volumen:

Florencia Bonfiglio,

Margarita Mateo Palmer

Emilia Deffis

Yolanda Wood Pujols

María del Carmen Sillato

Nancy Calomarde

Susana Cella

Claudia Caisso

Mariano Acosta

Mirian Pino

Yolanda Martínez-San Miguel

Alejandro De Oto

Keith Ellis

  

Culturas literarias del Caribe

  

Coord. Claudia Caisso. editorial Alción-UNR; Córdoba. 2013;  ISBN: 9789876463522;   275 pp.


LANDRY-WILFRID MIAMPIKA


(Universidad de Alcalá)


Más allá de las diferencias, el Gran Caribe (suma de la parte continental y del

archipiélago) está marcado, sobre todo, por la dialéctica unidad-diversidad

histórica, política, cultural y literaria. Espacio de invención de estéticas como lo

real maravilloso carpentariano, le réalisme merveilleux de Stephen Alexis, y de la

consolidación de otras como el barroco y el neobarroco, el Caribe es,

igualmente, una de las más productivas regiones del mundo al nivel cultural y

literario. Su historia crítica incluye grandes nombres como Frantz Fanon, Aimé

Césaire, C.L.R. James, Édouard Glissant, Alejo Carpentier, Dereck Walcott,

entre otros tantos, cuya contribución a la teoría poscolonial y a la comprensión

de las mutaciones identitarias que vive el mundo actualmente es indudable.

Teniendo en cuenta las aportaciones de estos pensadores y escritores, Culturas

literarias del Caribe recoge y legitima, a partir de varios estudios de reconocidos

especialistas, algunos ejes esenciales del legado cultural y literario de la región.

Culturas literarias del Caribe está divido en tres apartados. Desde

perspectivas poéticas de integración de la región, el primero, “Imaginarios

caribeños: integración y proyección,” aborda el estudio de obras de algunas voces

sobresalientes: Los placeres del exilio de George Lamming, un ensayo esencial

sobre el Caribe que rescata por primera vez la figura de Calibán como símbolo de

identidad y de insumisión (Florencia Bonfiglio); El vasto mar de los sargazos de

Jean Rhys, novela donde, desde el estudio de los entresijos del mito del espejo en

conjunción con la identidad, se plantean los conflictos raciales y su contribución a

la constitución de la identidad femenina en la plantación esclavista (Margarita

Mateo Palmer); L’énigme du retour y Tout bouge autour de moi del haitiano Dany

Laferrière, libros donde, respectivamente, continúa el viaje de Césaire en su

retorno al país natal y emprende una sugerente crónica sobre Haití tras el

terremoto padecido en enero de 2010. Ambos libros destacan por sus

mecanismos narrativos de hibridación textual y de negociación de los intersticios

identitarios (Emilia Deffis). Un ensayo de Yolanda Wood sobre las aportaciones

ancestrales de los aruacos en el imaginario artístico caribeño cierra esta primera

parte.

      El segundo apartado, “Memorias del descentramiento,” gira en torno a dos

polos. El primero lo constituye Cuba, al que se dedican tres ensayos. El análisis

de María del Carmen Sillato recupera un libro de Nancy Morejón y de Carmen

Gonce, Lengua de pájaro. Comentarios reales (1968), considerado de gran

riqueza testimonial y oral, posterior a Biografía de un cimarrón (1966) de

Miguel Barnet: un texto desconocido hasta ahora, sin embargo necesario para

entender la historia cubana desde la voz de sus propios protagonistas. Nancy

Calomarde, por su parte, reflexiona sobre la diseminación cubana y sus vínculos

con la perpetua repetición caribeña, que invalida la relación directa entre

territorialidad y literatura. El ensayo de Susana Cella representa un

acercamiento a la relectura de Quevedo realizada por la poetisa cubana Fina

García Marruz. El segundo polo de este apartado se centra, en primer lugar, en

el cruce de elementos poéticos entre el poeta y filosofo martiniqueño Édouard

Glissant (fundador del discurso geocultural de la antillanidad y gran teórico de

la criollización) y el poeta de Santa Lucía Dereck Walcott (Claudia Caisso). Un

estudio de Omeros de Walcott, como reescritura poética, épica, polifónica y

dialógica de la Odisea completa este apartado (Mariano Acosta).

El tercer apartado, “Teratología, decolonialidad, traducción,” intenta

acercar preocupaciones cruzadas sobre ámbitos territoriales y lingüísticos. Así,

Mirian Pino examina los puntos de contacto entre la obra de Los Boys de Juno

Díaz y Autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid desde una teratología

femenina; Yolanda Martínez-San Miguel, la adecuación o no de la perspectiva

decolonial, con una propuesta teórica concreta, al estudio de Puerto Rico; y

Alejandro de Oto, la exploración de las miradas mutuas (entre colonizador y

colonizado enfrentados en la situación colonial) tanto en la obra de Frantz

Fanon como en la de Jean-Paul Sartre. Finalmente, la publicación de la

antología Poetas del Caribe anglófono (2009) en Venezuela y reeditado en Casa

de Las Américas, constituye el punto de partida del nutrido ensayo de Keith

Ellis, donde, desde básicos preceptos de la traducción, analiza las dificultades de

traducir poesía escrita en inglés al español (en contextos donde el inglés

cohabita con otras variedades) y aboga por la necesidad de estrechar vínculos

entre ambas lenguas (español/inglés) utilizando la traducción como eje

vertebrador de la interculturalidad caribeña.

      Culturas literarias del Caribe aborda, por tanto, temáticas comunes que

atraviesan la región más allá de las lenguas de escritura: la violenta historia (de

la esclavitud a la colonización); el lugar del migrante desnudo (esclavo); la

plantación esclavista como eje fundador de la sociedad caribeña; la creación de

nuevas modalidades culturales y religiosas entremezcladas; la intensa búsqueda

de la identidad; la tensión entre memoria y desmemoria; la vigencia de la

oralidad; la aparente dispersión literaria y lingüística (francés, inglés, español)

como consecuencia de la colonización europea; las nuevas migraciones (hacia

Europa y Estados Unidos) y sus reescrituras, pero también las poéticas de

resistencia.

      Es cierto que las diferencias lingüísticas han influido mucho en el

conocimiento académico del Gran Caribe ya que la crítica ha tendido a estudiar

la región según la tradición de pensamiento ligada a su propia lengua. Culturas

literarias del Caribe logra, por una parte, el reto de representar y mostrar el

Gran Caribe como un conjunto, reconstituyendo sus diferentes fragmentos en

su unidad y diversidad, en su complejidad y sus contradicciones. Por ello, el

libro es una valiosa contribución a esas interconexiones necesarias entre los

Caribes (reales e imaginarios) de distintas lenguas. Por otra parte, su panorama

crítico sobre la creación de los últimos años abre infinitas posibilidades sobre

futuros puentes entre literaturas y culturas caribeñas y latinoamericanas. Los

placeres del exilio (2007) de George Lamming y El discurso antillano (2010) de

Édouard Glissant, dos ensayos centrales traducidos y publicados por Casa de las

Américas en Cuba, constituyen indudables impulsos a la exploración y una

comprensión más amplia del Caribe por parte de las academias

latinoamericanas y caribeñas.