OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

miércoles, 30 de enero de 2013

"Diario de la plaza y otros desvíos", comentario por Carlos Enrique Cartolano


DIARIO DE LA PLAZA Y OTROS DESVÍOS
Gracias Carlos Enrique Cartolano, por tu espontánea generosidad. 











 Diario de la plaza y otros desvíos (Ediciones El Mono Armado, Buenos Aires, 2009).



                                    por Carlos Enrique Cartolano 
                             

 He recorrido la lectura de Diario de la plaza y otros desvíos, de Marta Ortiz, como una visita al jardín. ¿Propio del poeta? ¿Común? Quién sabe. Quizás sea el del edén, que pocos han visto pero nadie discute ya porque cuanto más duro es el tormento de la contemporaneidad, más fuerte se afirma en nosotros la esperanza.

 ¿Y qué visita al jardín ha sido ésta? Exploratoria, confirmatoria. La experiencia nunca basta y la mirada del poeta tiene tantas facetas como el más exquisito de los diamantes:


llueve cadencias / -poemas- /dentro de mí.


La mirada del poeta es una joya puesta a boyar en la confluencia del espacio interior y del vacío exterior:


La ventana revela / la boca del balcón / abre el vacío


Los aterrizajes en la realidad, las agresiones, la conciencia de nuestra fragilidad temporal, las condenas de algunos vínculos y las alas que vuelven a descubrirse reiteradamente, siempre como si fuera por primera vez, son estaciones donde se detienen las ansias, el jolgorio y el dolor:


 A destajo descuajo

la excrecencia

preservo la carne viva

acaricio el hueso.



Oigo la música del vuelo

hundo el ojo en el cáliz, toco

la guata en la piel de la orquídea.

Huelo la gualda lujuria en lo oscuro.


Sabemos ya que nadie (¿nadie?) podrá abastecernos fielmente de todo lo que necesitamos en nuestra escueta vida de coleópteros vagando por el jardín. También lo sabe Marta:


Lo que pesa es la intemperie / el borde del abismo / y ya nada / nadie me sostiene


Pero en su poesía hay respuestas contundentes, que nos sirven a todos. Experiencias que nos alcanzan: las que donaron aquellos poetas de habla inglesa que devolvieron la poesía a la objetividad que merecíamos, después de los malones románticos, simbolistas y sus derivaciones:


 Que una mosca colgada de la tela / tiemble espasmódica / en el intento de escapar / y ese gesto / resulte más digno o más lógico / que la tensión de mi cuerpo y la mirada


 Hemos tenido la fortuna de aquilatar experiencias poéticas en tiempo común al de maestros que perviven y continúan sorprendiendo. A veces creemos que todo lo que hacemos son simples variaciones de los que ellos entregaron. Es bueno confesarlo:


yo era de comunión diaria / con libros como hostias / las voces me habitaban / en ese tiempo eran Julio / y Alejandra desvelada / pasajera de la noche.


Al final del recorrido, la experiencia rinde frutos. Así como traemos ramos de azahares y espigas de trigo del recorrido vital, también hemos recogido tiestos y floreros en mapas, en derroteros que fija el diario. Y nos perdemos en un profundo placer al compartir las miradas; de Roma, por ejemplo:


Tres destellos cortan

el espejo turquesa de la fuente (…)

Mucha luna. Mucha.


O de la única y siempre deseable Valparaíso:


Pende. / La ciudad engarza cruces, cúpulas / se sale de sí / replica


Traemos el calzado cubierto de barro y sentimos la brisa verde en el pecho y en la cara. La lectura siempre alumbra, y en el caso de este libro de Marta Ortiz es un lazarillo que deleita.

 Una última reflexión acerca del libro-objeto que tenemos aquí. Exteriormente es un reflejo de su riqueza interior. Suave, tierno entre las manos, solo de los colores que pueden experimentarse en la poesía de Marta. Dignísima forma que nos hace pensar en el futuro tan extraño e impredecible del libro.  



     (03.12.2012)