OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

sábado, 2 de junio de 2012

Entrevista para Letra Cosmos / Talleres literarios Ópera Prima

Letra Cosmos

 Letra Cosmos conversa con Marta Ortiz sobre los talleres de lectura y escritura
link: 
 http://www.letracosmos.com.ar/entrevistas/letra-cosmos-conversa-con-marta-ortiz-sobre-los-talleres-de-lectura-y-escritura/

Texto completo: 

-Contanos la historia de Ópera Prima. ¿Cómo y cuándo surgió?

-Abrir un espacio de taller ya existía entre mis proyectos cuando recibí (año 2003) la propuesta de la escritora Marcela Atienza –a cargo entonces del Café de la Ópera, anexo al teatro El Círculo-, de coordinar grupos en ese ámbito, lo que explica el nombre Ópera Prima, elegido por los talleristas. Empezamos en abril y se ofrecieron dos instancias: el taller de Lectura y Escritura y el taller de Lectura.
El 2004, marcado por la expectativa en Rosario del II Congreso Internacional dela Lengua Española, reportó la primera mudanza. Los tres grupos (dos de lectura y escritura y uno de lectura) alcanzábamos nuestra mesa de trabajo eludiendo boquetes, escombros, zanjas; aferrados a pasamanos, sobre tablones, seguíamos los carteles indicadores que diariamente modificaban el ingreso al Café. Imposible olvidar el polvillo invasor que respirábamos, pisábamos y tocábamos. Asistíamos a la destrucción constructiva de una esquina emblemática de la ciudad (Mendoza y Laprida) en tanto se desplegaba el cauce de la literatura. Polvorienta o no, ella marcaba y defendía su territorio. La calle asfaltada volvió a ser de tierra y se colocó el “nuevo” adoquinado; como en un sueño, la calzada retrocedía cien años para renovarse… Y la mutación urbana nos empujó a un nuevo hogar ad-hoc, a solo media cuadra del Café de la Ópera, donde por un misterio atribuido a préstamos temporarios, usamos las mismas sillas que usaron los miembros dela RAE, José Saramago y Sábato y Jorge Edwards y Ernesto Cardenal y tantos otros escritores durante las sesiones del Congreso habidas en el teatro.
En diez años de actividad hubo otros puntos de reunión, siempre bares. Alguna vez la errancia nos desbordó: en 2007, por ejemplo, cambiamos tres veces de domicilio. “No es buena para el hombre la vida errante”, se lee en La Odisea, que paradójicamente cuenta las peripecias de un destino errante. El modelo mítico ayudó: elegimos apropiamos de las historias derivadas y minimizar la ausencia de hogar fijo. ¿Cuánta experiencia hubiera pasado des-apercibida, des-preciada, des-vivida, si algo hubiese frenado la estrella itinerante de Ópera Prima? Finalmente, y desde 2011, el taller se reúne en librería Ross (¿Ítaca? Quién pudiera leer el futuro…)  ya no “en” el bar pero siempre a mano del imprescindible café.

-¿Qué es para vos un taller de lectura?

-Un espacio pensado para lectores que no se sienten inclinados a transformar en escrituras sus experiencias, aunque leer sea una modalidad peculiar de la escritura. Lectores que buscan en el libro un viaje que de un modo u otro desestabilice o trastorne su paisaje interior. Se sabe que la lectura no es un acto pasivo, que el lector interpreta, devela la línea oculta, asocia, se apropia de, agrega, retiene, olvida, opina, asiente o disiente. En definitiva, un trabajo intenso que construye. Somos en alguna medida y entre muchas otras cosas, la suma de lo que hemos leído. “A veces creo que los buenos lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos autores”, escribió Borges en el prólogo a su Historia Universal de la infamia; donde incluso afirma que leer es una actividad “más resignada, más civil, más intelectual”.
Los recorridos propuestos en el taller son a veces temáticos, otras por elección de autor o género. Si la hay, incorporamos también la versión cinematográfica. Hicimos incluso la riquísima experiencia de leer clásicos universales (El Quijote, La divina comedia, Las mil y una noches, entre otros). La lectura compartida recupera, además de la cadencia y la modulación de la voz, una vieja práctica oral nunca desaparecida y siempre mágica.

-¿Y un taller de escritura?

-Una reunión de gente nada ortodoxa unida por la misma pasión, locura, adicción, deseo, o como quieras llamarlo, cuyo único material de trabajo es la palabra. Y la imaginación, que entreteje los hilos de la fantasía con la experiencia vivida.
Lo asimilo a la posibilidad de aportar nuevas miradas. Los temas y conflictos en la escritura de ficción se repiten, pero cada ojo registra a su modo, cada subjetividad aporta lo suyo y sale de la galera el texto flamante que siempre parecerá y en algún sentido “es” un nuevo texto.  Sí o sí partimos de la lectura –primer gran disparador de nuevas escrituras‒, el texto busca y seduce a su lector. Luego la reflexión sobre lo leído, el asombro renovado y el deseo inmediato de experimentar qué giro adoptará mi propia voz, en qué inflexiones se distancia de lo conocido, hasta qué límite voy a llegar con mi escrito, ni más ni menos que una vía privilegiada de acceso al conocimiento, certeza que expresó claramente Marguerite Duras en su bello texto Escribir: “La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. […] Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena.”
Importa romper estereotipos, la búsqueda de la voz propia y el aprendizaje constante de la corrección, este punto es tan importante como partir de la lectura para despertar nuevas escrituras. Abelardo Castillo habla de una ética de la forma, coincide con Paul Valéry (y yo coincido con ambos) en considerar a la corrección de un texto no como a una tarea retórica o estilística sino como una empresa espiritual de rectificación de uno mismo.

-Ha sido muy compartida –aunque con los años se fue diluyendo bastante-, una visión negativa, entre algunos escritores sobre todo, sobre la utilidad de un taller. ¿Qué pensás vos que sos autora y tallerista?

-Los talleres literarios son espacios de pertenencia y de resistencia donde los grupos buscan reunirse con sus pares para compartir experiencias. No creo en recetas ni en moldes, la creación literaria y sus secretos son poco transmisibles, más allá de algunas consideraciones formales y consejos expertos. No creo tampoco en espacios muy estructurados ni demasiado light. Sí, se puede transmitir y compartir una pasión creando el clima favorable a la reflexión en torno al objeto o al deseo común que engloba por igual el trato con la literatura y la idea de asumir un destino si visualizo que es el mío (el del escritor/a), y para este objetivo sí es útil, o propicio, me gusta más la palabra, un taller de escritura. De hecho participé en dos espacios afines nada convencionales, por cierto: el de Imelda Ferrero y los grupos de reflexión de Angélica Gorodischer, como también participé y sigo haciéndolo, en múltiples grupos de trabajo. Siempre son enriquecedores.

-¿Cuáles son las cosas que más te han gratificado como tallerista?

-La mística y el vínculo de amistad crecidos al calor de la palabra. Sentir que aprendo en el intercambio tanto como compruebo la evolución de los talleristas. La publicación en 2010 de Debe Haber Cuentos, un libro que firmaron Marta Rodríguez y Oscar Tartabull (ambos miembros de Ópera Prima), este último, un buen amigo y colega a quien siempre extrañaremos. La edición de 6 números de la revista de cuentos Ópera Prima. El libro en proceso de edición “Canon a nueve voces” concebido y editado en su totalidad por un grupo de autoras del taller. Y muchas pequeñas y grandes epifanías, derivas azarosas de la práctica, imposibles de reproducir acá.

1 comentario:

Juan Herrezuelo dijo...

Qué bien lo cuentas, Marta. Coincido en tus definiciones: he tenido experiencias magníficas con talleres de lectura, y fui miembro, hace más de veinte años, de una tertulia literaria que hacía las veces, también, de taller de escritura. La palabra que define las experiencias es, en efecto, enriquecimiento. Un saludo.