OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

sábado, 14 de agosto de 2010

Mario Levrero y la forma del discurso


Sobre las formas ocultas del discurso. (selección de fragmentos de “El discurso vacío”, Levrero, Mario (*)Interzona, Buenos Aires, 2006. Primera edición , 1996)

"Hay un fluir, un ritmo, una forma aparentemente vacía; el discurso podría tratar cualquier tema, cualquier imagen, cualquier pensamiento. Esa indiferencia es sospechosa; presiento que tras la apariencia de vacío hay muchas, demasiadas cosas. El vacío nunca me asustó demasiado; en ocasiones hasta llegó a ser un refugio. Lo que me asusta es no poder huir de ese ritmo, de esa forma que fluye sin develar sus contenidos. Por eso me pongo a escribir, desde la forma, desde el propio fluir, introduciendo el tema del vacío como asunto de esa forma, con la esperanza de ir descubriendo el asunto real, enmascarado de vacío."

"El discurso, pues, se fue llenando con la historia del perro; es un contenido falso, o por lo menos falso a medias, ya que muy bien esos contenidos pueden ser, como todas las cosas, tomados como símbolos de otras cosas más profundas; pienso que, en verdad, difícilmente un discurso –salvo un discurso político-, un discurso cualquiera, encarado con honestidad, pueda presentar contenidos falsos."

"Eso no quiere decir que mi discurso abstracto, mi ritmo, mi fluir, esté determinado por la historia del perro; sí quiere decir que, en el caso de esta historia del perro, ella puede ser un símbolo de los contenidos reales del discurso, imposibles, por algún motivo, de percibir directamente."

"Por ejemplo, en el tramo narrado de esa historia, podría pensarse ese hueco que voy ensanchando progresivamente en el alambrado lindero, como un paralelo de otro hueco, psíquico, que voy ensanchando progresivamente con miras a alguna forma de libertad, no del perro sino mía. Para decirlo de otra manera, algo dentro de mí –y tal vez por eso estoy escribiendo ahora- trabaja secreta y lentamente para horadar una defensa que se ha erigido en mí, un muro también construido secreta y lentamente para defenderme de algo, aunque se sabe que esas defensas, si bien relativamente últiles en su momento, con el tiempo actúan más bien como prisión del espíritu."

"Cuando se llega a cierta edad, uno deja de ser el protagonista de sus acciones: todo se ha transformado en puras consecuencias de acciones anteriores. Lo que uno ha sembrado fue creciendo subrepticiamente y de pronto estalla en una especie de selva que lo rodea por todas partes, y los días se van nada más que en abrirse paso a golpes de machete, y nada más que para no ser asfixiado por la selva; pronto se descubre que la idea de practicar una salida es totalmente ilusoria, porque la selva se extiende con mayor rapidez que nuestro trabajo de desbrozamiento y sobre todo porque la idea misma de “salida” es incorrecta: no podemos salir porque al mismo tiempo no queremos salir, y no queremos salir porque sabemos que no hay hacia dónde salir, porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte o simplemente la muerte."

(*) Mario Levrero: Montevideo, Uruguay (1940-2004).