OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

jueves, 22 de abril de 2010

Inés Legarreta, "El abrazo que se va", nouvelle


Breves notas acerca de “El abrazo que se va”, Inés Legarreta, Nuevohacer, Buenos Aires, 2009

Por Marta Ortiz

Nouvelle en capítulos que en ocasiones pueden llamarse microrrelatos, tan encadenados a la trama como independientes de ella: breves universos narrativos sujetos a sus propias leyes. Escritura acotada, ceñida, esencial y por lo tanto cercana a la poesía, sin sobrantes ni faltantes, nada arborecida, en contraste con el grueso de las narrativas que saturan el mercado editorial. Escritura por momentos cortante, algo de borde de navaja la define, de encaje y navaja al mismo tiempo, no se va en dulzuras, parca y contenida en la reciedumbre misma del tango que es su origen, como nacida del código de la pasión. Letra con texturas, cortes y quebradas, que intenta reproducir en su moldeado, la exactitud del dibujo del baile. Hallazgo que proviene de una intensa búsqueda y ese es, quizá, su mayor acierto.

Se enfrentan y se miden dos lenguajes, el del cuerpo y el de la palabra. Responden a diferentes códigos pero los une la experiencia del vértigo que presupone la danza por un lado, y el abismo y el salirse de sí que implica el acto de escribir, por el otro. Juega además un papel importante en el texto lo tácito, lo no dicho, la gestualidad omnipresente que resta protagonismo a la palabra; texto donde a su vez las palabras que se dicen o escriben asumen en ocasiones el rumbo que quieren, y no el que los protagonistas desean. Ella y él “desean” y “reprimen” todo el tiempo. De la misma manera se comprime y reprime la escritura.

La protagonista acusa el impacto de esa edad indefinida en la que una mujer no se reconoce del todo en los espejos. Intenta recuperar la imagen perdida en el nuevo espejo que ofrece el tango, en la pasión que conlleva y que la va envolviendo en su rol de escritora a partir del aprendizaje del baile y el contacto con el ambiente de las clases y las milongas (que atraen por igual a nativos y a turistas extranjeros), el profesor, los detalles femeninos a los que ella presta especial atención, como los zapatos para bailar. No obstante la línea de deseo que late y atraviesa la totalidad de la nouvelle, esta mujer cuyo nombre no se conoce, elige no entregarse al juego del amor, será capaz de abortarlo, consciente del abismo insalvable que la separa del sujeto de su nueva pasión.

En tal espacio narrativo donde los cuerpos mandan, importa la lectura del profesor: “Sé leer los cuerpos, adónde está la fuerza, la debilidad, si está enfermo, si sufre…”; es decir, la lectura de Inés Legarreta y su oficio experto, en la voz que narra: así, además del dibujo de las manos, de los pies y de las posturas que exige el baile, es imperdible, por ejemplo, la precisa, exacta descripción del "salto" que sólo el profesor y su largo oficio de bailarín puede tallar en el aire (tallado que la escritura reproduce, logrando así la fusión, antes apuntada, de ambos vértigos) : “Tiene ese impulso animal de saltar, de achicar el espacio, de comprimir el cuerpo para caer relajado en otro lugar”; “un salto un poco ladeado, abriéndose en el aire la elipsis para poder apoyar un pie…”

Un capítulo de "El abrazo que se va":

La salvación:

A él lo ha salvado el baile; a ella, la escritura. Si no fuera por el arte, ambos, el bailarín y la escritora, estarían perdidos o locos.

Inés Legarreta (narradora, nació y reside en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires)